Julio
Bronchal, en su despacho de Valencia |
"Tras analizar cientos de
informes periciales, me resulta muy difícil no
concluir que estamos delante de una máquina
que hace trampas, orientada a justificar y
argumentar ‘ad hoc’ casi siempre a favor de la
custodia materna".
"No es infrecuente el
conocer de casos que manifiestan que sus
declaraciones han sido tergiversadas o
interpretadas en sentido contrario al pretendido
por los gabinetes
psicosociales".
"Los psicólogos de los Juzgados de
Familia hacen un juicio paralelo y determinante
sin las consiguientes garantías
procesales".
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¿Cuál es la primera conclusión
de tantos años de investigación?
El
objetivo formal de los informes de los psicólogos de
juzgados debiera ser encontrar la mejor situación
relacional del grupo familiar tras la separación de la
pareja, pero tras el estudio de muchos informes
periciales oficiales, veo que son más bien un
instrumento para justificar un determinado sesgo. La
inmensa mayoría de estos informes periciales de los
juzgados cumplen un papel de justificación acientífica:
mantener a cualquier precio las inercias que se vienen
practicando, que no son otras que proponer o mantener la
custodia materna contra cualquier evidencia, marginando
al otro progenitor de la vida y educación de sus hijos.
La impresión es que los informes se elaboran al revés:
las conclusiones ya están establecidas desde el
principio. La “investigación” sirve para ir tomando o
desechando –ad hoc- los argumentos que aparentemente
fundamentan el dictamen y le darán una apariencia de
rigor.
¿En qué se fundamenta usted para
decir esto?
Hay que hacer una crítica
muy pormenorizada del proceso pericial. La primera es
que el usuario al ser evaluado no recibe la explicación
de los criterios decisorios de un informe: si lo que
importa es su estabilidad emocional, o su disponibilidad
horaria, o su estilo educativo, o sus valores, o las
motivaciones, o las disponibilidades económicas o
físicas, etc. No se le explica ni se especifica el peso
definitivo que tiene cada una de las variables. No
se dicen tampoco los criterios irrelevantes. Estos
equipos tendrían que tener establecido un cuadro de
criterios que fueran ofrecidos a los progenitores
evaluados, cosa que no sucede. En este sentido, el sexo
de los progenitores y la edad de los menores no deben
ser considerados a la hora de otorgar custodias, sin
embargo suelen ser los criterios decisorios, es decir,
criterios acientíficos y sexistas. La segunda
crítica es que las herramientas utilizadas son
insuficientes, inapropiadas y no válidas para el
propósito previsto. Por ejemplo, se le otorga demasiada
importancia –según los casos y a conveniencia también- a
los tests clínicos y de personalidad, cuando cualquier
investigador que se asome a este campo, inmediatamente
descubre que la correlación entre las puntuaciones
obtenidas y la competencia parental es muy débil y sólo
tiene significación en casos de puntuaciones extremas,
casos muy infrecuentes. Así, podemos encontrarnos con un
perfil de personalidad normal y que el progenitor no
esté motivado ni capacitado para el ejercicio parental y
a la inversa, padres con perfiles de aristas más
señaladas y que, sin embargo, corresponden a cuidadores
con una muy elevada competencia parental. La razón
de la importancia concedida a estas pruebas es que dan
una apariencia de objetividad y cientifidad a la hora de
dictar un dictamen prejuiciado. Lo que se olvida o se
omite es que una misma puntuación en una escala puede
ser positiva o negativa en función del sesgo del
evaluador. Por poner un ejemplo. Una puntuación alta
en el factor E del conocido test 16PF de
Cattell puede definir a un individuo de mentalidad
independiente, seguro de sí y austero, pero también como
dogmático, hostil, autoritario y extrapunitivo. En
definitiva, ni los resultados de estos cuestionarios
correlacionan con la competencia parental salvo casos
extremos y tampoco son tan objetivos como se pretende.
Por eso, es una demanda irrenunciable es que estos
informes aporten el resultado numérico de los evaluados
para una posible crítica y replicación de estos
resultados. Además, se concede una excesiva
importancia a las entrevistas que se realizan, con el
problema de la interpretación subsiguiente. El problema
se agrava cuando no queda constancia de los testimonios,
cuando no se graba ni en audio ni en video el proceso,
con lo cual no es en absoluto infrecuente el conocer de
casos que manifiestan que sus declaraciones han sido
tergiversadas, omitidas o interpretadas en sentido
contrario al pretendido.
Pero bueno,
imagino que los progenitores que pasen por los gabinetes
psicosociales tendrán alguna clase de
garantía...
Esa es la segunda parte, la
absoluta falta de garantías para el usuario de estos
servicios. En realidad, se está haciendo un juicio
paralelo y determinante sin las consiguientes garantías
procesales. El sujeto evaluado no tiene forma de
acreditar sus declaraciones. Segundo, no se le entregan
copia de los tests cumplimentados; tercero, no hay forma
de protegerse frente al error o cualquier forma de sesgo
que pudiera estar presente en el proceso evaluativo al
que ha sido sometido. Además, no está articulado ningún
procedimiento para que el usuario pueda reclamar una
restitución de estos derechos vulnerados, apelar o
conseguir una rectificación. Sólo ocasionalmente y casi
a regañadientes, los psicólogos acuden a ratificar y
someter a contradicción sus informes. Todo se hace en la
más absoluta opacidad, el mejor refugio para la
arbitrariedad de los los supuestos “expertos”.
No deja de ser paradójico que haya protocolos de
protección al consumidor de cualquier producto y, sin
embargo, un servicio del que se derivan consecuencias
graves para un progenitor y sus hijos, no tenga
protocolizado ningún sistema para la defensa del
usuario, de tal manera que el progenitor se queda en
situación de máxima indefensión.
La gravedad del
asunto llega hasta el extremo de que conocemos de
psicólogos adscritos a los servicios psicosociales que
ni siquiera están colegiados, quizá con la intención de
quedar lejos de la fiscalización de las Comisiones de
Deontología de nuestos colegios.
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